Viajes

Cuando me contó los sitios que Antonio Miguel Carmona recorrió me dejó durante más de una hora enmudecido (Nicolás Ferrando, Biografía de Antonio Miguel Carmona, todo por Madid).

 

 

Son demasiados los viajes de Antonio Miguel para poder describirlos todos. El Carmona aventurero, periodista, se abre paso también por el interior de China, los valles de Nepal, la cordillera de Chile, África, América. Quizás dé para un libro específico. Vamos a citar sólo algunos de ellos.

 

Carmona y el Irish Republican Army

Carmona, aún siendo menor de edad (17), tocaba la guitarra en el Hippie Martet de Dublin. Los acordes de Bob Dylan sonaban en cada esquina mientras su novia irlandesa pasaba un viejo gorro rojo alado buscando la generosidad de los caminantes. A los 17 años Carmona buscaba trabajo para poder aprender inglés, uno de aquellos veranos, en las inmediaciones de Dublín. No tardó en ir a buscar aventuras. Indignado desde siempre con la oposición británica a la lucha de Irlanda, varios amigos le invitaron a visitar Belfast.

Corrían los años 1979 y 1980. Allí conoció a los activistas del IRA, en cuyas casas pernoctó y con los que sostuvo largas conversaciones. Conoció a Bernardette Devlin, exdiputada en los Comunes, defensora de la causa católica en Irlanda del Norte. Poco tiempo de hablar con ella, allá por 1981, Devlin sufrió un terrible atentado por parte de los unionistas quedando en parte impedida. Cuando Carmona leyó la noticia quiso volver al Ulster.

Antonio Miguel Carmona recuerda dormir en una vieja habitación de una casa en la parte católica de Belfast y, una de las cosas que más le sorprendió, fue contemplar en la mesilla de noche una Biblia enmohecida que velaba su sueño.

El nombre que más escuchó entre los compañeros nacionalistas irlandeses, activistas del IRA, fue el de Bobby Sand. Sus relatos sobre la capacidad de Bobby de enfrentarse a la gendarmería británica o las protestas en la cárcel. Carmona escuchaba atentamente a los simpatizantes del IRA relatar cómo Bobby y los suyos llevaron a cabo la Protesta de las Mantas tratando de negarse a llevar el uniforme de la cárcel. O la Protesta Sucia cuando arrojaban sus excrementos por las celdas y se negaron a lavarse.

Aquellos eran tiempos de fuego. Carmona fue retenido varias veces por la Royal Ulster Constabulary (gendarmería británica). Posiblemente porque, su pelo largo, su aspecto desaliñado, les hacía presagiar lo peor.

Tras volver a España Carmona siguió escuchando hablar de Bobby Sand. A veces a través de las cartas con su novia, otras con sus amigos del Ulster. Sands obtuvo desde la cárcel el puesto de diputado en los Comunes y, tras una huelga de hambre, Bobby murió. Fue un duro golpe para el joven y, sobre todo, romántico y pacifista Carmona.

Entrevistando al Coronel Gadafi: un viaje al centro de Libia

Otro de sus viajes sucedió en 1986 con tan solo 23 años. Acababa de suceder el bombardeo norteamericano de Libia. La VI Flota del Mediterráneo, temida por muchas naciones árabes, había aplastado literalmente Trípoli entre cuyos escombros murió un hijo del Coronel Gadafi. No dejaban entrar a periodista alguno y, el joven Carmona se presentó en un Congreso de Jóvenes Revolucionarios en la mismísima Trípoli con el aval de una organización revolucionaria austríaca. Varios españoles volaron con esa garantía: Miguel Ángel García Oca, Joaquín Candela, Vicente Barrera. Nada más llegar al congreso Carmona preguntó por el coronel: “¿Sería posible tener una entrevista con él?”, preguntó. Cual fue su sorpresa que le dijeron que sí. Días después Carmona y sus amigos subieron a un avión de paracaidistas, un viejo aparato soviético, hasta llegar a las profundidades del desierto, al sur de Sirte, en la oscuridad de los radares.

Efectivamente, el Carmona periodista, consiguió una entrevista con el líder libio Muammar El Gadafi, que tuvo gran repercusión pese a las limitaciones que impuso el dictador para realizarla, que incluyó la prohibición de usar cualquier medio electrónico para que se pueda reproducir de manera posterior. A un joven Antonio Miguel Carmona, recién aterrizado en Tripoli, le dieron interminables vueltas por varios caminos, desconocidos e inciertos, para que no se pudiera rastrear su ubicación, un requisito fundamental para alguien tan obsesionado por su seguridad y, después de una hora, fue conducido a una discreta y confortable jaima, dónde tuvo que esperar horas. Con las únicas armas que un cuaderno y un boli, Antonio Miguel presenció la aparición apoteósica y algo extravagante de Gadafi, que le preguntó si había tenido un buen viaje. Tuvo el coraje de hacerle algunas preguntas que a Gadafi no le gustaron pero que respondió en tono firme y desafiante, consciente de que sus palabras quedarían algo difuminadas por el formato off de record de la entrevista. Intentó, todo momento, cortejar a su invitado y empatizar con él a pesar de sus preguntas sobre los presos políticos y falta de democracia interna. Después de dos horas, se dio por acabada la conversación y Antonio Miguel fue conducido a un coche que reprodujo el complicado y excesivo protocolo de seguridad. “Nunca supe el lugar exacto de dónde se produjo el encuentro, ni siquiera ahora que Gadafi no está en el gobierno y se han desclasificado muchos documentos oficiales”.

La conversación con Gadafi fue intensa. “¿Apoya el coronel a los terroristas europeos?, preguntó el joven Carmona. “Reagan llama terroristas” –respondió Gadafi-, “a los grupos de liberación. Sí, yo apoyo a los grupos de liberación”. Una entrevista que fue publicada en el Diario Ya, entonces uno de los periódicos más importantes que se editaban en España.

Viaje a Argel: en las tripas del fundamentalismo

Un año más tarde, en 1987, Antonio Miguel viajó a Argel. Había escuchado en alguna parte la idea de que el fundamentalismo islámico, cuya capital era Irán, podía extenderse a otros países y entre los cuales uno de sus objetivos no era otro más que Argelia. Carmona tomó un vuelo a Argel, la verdad es que con muchísimas dificultades económicas, y buscó a aquellos que podían representar un germen en la lucha armada fundamentalista. A Carmona le repugnaba tanto el radicalismo islamista como le atraía conocer sus causas.

No le fue fácil buscar en la Kashba familias que le pudieran orientar. Tras prácticamente desistir de su intento uno de los días se sentó en uno de los cafés cerca del puerto. De improviso se le acercó un joven que le susurró al oído: “¿Quiere usted saber de nosotros?” Se sentaron en una tercera mesa, ni la del joven argelino, ni la del joven español (nunca supo Carmona el motivo). Aquel individuo de larga barba explicó a Carmona su deseo de cambiar a su país de régimen. Argelia, le dijo, debe aplicar la ley islámica que es la que hemos heredado de nuestros antepasados.

El joven barbudo le esbozó a Carmona que estaban tratando de ofrecer una resistencia a un régimen corrupto. Una de los ejemplos que más se le quedó grabado a Carmona fue el hecho de que los hijos de los dirigentes se sentaban en la primera fila en las aulas del colegio dejando al resto detrás. Carmona recordó años después que aquel joven le explicó detenidamente que estaban creando un grupo islámico de combate. Fue en 1992 cuando nació el Groupe Islamique Armé (GIA), llenando de terror las casas del país de Camus.

En el Sahara profundo, un lugar en el corazón

Defensor de la independencia del Sahara, Antonio Miguel Carmona asistía a reuniones de la Asociación de Amigos del Sahara en la calle del Pez de Madrid. Carmona vendió un viejo ordenador Amstrad para poder pagarse un billete de avión y encontrarse con el Frente Polisario en 1987.

Tras pasar por Tindouf (Sur de Argelia), Carmona se adentró en jeep hasta llegar a los cuarteles del Frente Polisario. Allí conoció una buena parte de los horrores de la guerra: mutilados, heridos y un horizonte lleno de fuego y muerte.

En aquel viaje Carmona enfermó. Recuerda aún que tuvo que cambiar una botella de whiskey por unas medicinas que al menos le aliviaron.

El día que vieron caer el Muro de Berlín

El día que comenzó a caer el Muro de Berlín, Carmona se apresuró a tomar un coche y, junto a dos amigos más, entre los que se incluye el islamólogo Gustavo Morales, contemplar cómo se derrumbaba el régimen comunista más allá del telón de acero. Corría el año 1989 y tres amigos se convirtieron en testigos de uno de los más importantes capítulos de la historia del siglo XX : la caída de Muro de Berlín. Uno de ellos, Gustavo Morales, con quien Antonio Miguel Carmona mantuvo las más largas conversaciones políticas. La distancia entre ambos se fue acortando a lo largo de la vida hasta hacerse imperceptible en términos de amistad.

En Berlín nuestros tres viajeros, ávidos de descubrimientos, contemplaron la Alemania comunista vacía, fría y terrible. Fueron acogidos por una dirigente de las Juventudes Comunistas de la Alemania Democrática logrando por fin dormir en un lugar cálido, en un suelo frío, en otro tiempo que aún recuerda la historia y la humanidad.

No recuerdan cuantas veces cruzaron el check-point-charlie, de un lado a otro, del capitalismo al comunismo, del comunismo al capitalismo. “Al caer el Muro de Berlín” –señala Carmona parafraseando a alguien-, “los habitantes de la Alemania comunista descubrieron que todo lo que les habían contado del comunismo era mentira, pero también se dieron cuenta que todo lo que les habían contado del capitalismo era verdad”.

Por la ruta de Ruy González de Clavijo

A principios del siglo XXI viajó con los periodistas Carmelo Encinas, Juan Carlos Muñoz y Lorenzo Dávila, en avioneta a Samarkanda (Uzbequistán). Siguieron la ruta de Ruy González de Clavijo quien a principios del siglo XV caminó todo el trayecto para acabar redactando uno de los libros viajes más hermosos del medioevo: Embajada a Tamorlán.

La recreación del relato de los viajes de Ruy González de Clavijo, realizados entre los años 1403 y 1406 y escrito por el propio viajero, embellecido con elementos fantásticos producto de fantasías librescas provocadas por las lecturas de otros libros de viajes, y recogido bajo el título de Embajada a Tamerlán, es una de las joyas de la literatura medieval castellana, y es en muchos aspectos comparable al célebre Libro de las Maravillas del italiano Marco Polo, escrito casi un siglo antes.

El libro Embajada a Temorlán es el producto de un viaje de su autor, Ruy González de Clavijo. , el monarca castellano Enrique III envió una embajada en 1403 al emir turco-mongol Tamerlán, que pocos años antes había derrotado y hecho prisionero al sultán Bayaceto en la batalla de Angora. Al frente de la expedición diplomática marchó Ruy González de Clavijo y un dominico experto en lenguas y culturas extranjeras, Alfonso Páez de Santamaría. El viaje se prolongó por espacio de tres años, y la relación fue escrita a su regreso, en 1406.

 

Viaje a Lesbos: en el corazón del infierno

Se trata de vivencias espeluznantes. El viaje a Lesbos a acompañar a los refugiados sirios y afganos. Seguido por numerosos medios de comunicación, siendo Carmona concejal del Ayuntamiento de Madrid, denunció la pasividad de las autoridades que permitían un espectáculo atroz.

Viaje a Haití: camino de la desolación

La visita a Haití donde Carmona contempló la vergüenza de la pobreza y la muerte. La destrucción de las escuelas derrumbadas por el huracán Mathew. Carmona logró reunir 700.000 euros para la reconstrucción de las escuelas.

Carmona denunció que el 40% de los niños haitianos no tienen asistencia sanitaria, que el 40% de los menores de Haití no están escolarizados, que el 50% de los niños han sufrido algún tipo de abuso.

Extraído del libro Antonio Miguel Carmona, todo por Madrid, de Nicolás Ferrando, Madrid, 2017, que puede encontrarse en la Casa del Libro y otras librerías:

https://www.casadellibro.com/libro-biografia-autorizada-antonio-miguel-carmona-todo-por-madrid/9788469769515/6048538